miércoles, 16 de febrero de 2011

Me desperté temprano, como casi todos los días. Lo primero que hice fue aproximarme al balcón y camprobar que el tiempo no había cambiado, qe del cielo seguía cayendo agua. Me serví un vaso de leche, como todas las mañanas. Fui a mi habitación y me puse unos vaqueros y una sudadera, me coloqué las converse y bajé a la calle. Tenía que comprar unas acuarelas que se me habían gastado y un nuevo block de dibujo. Yo solía dibujar loque sentía, y pintaba lo que veía. Compré las cosas y, al salir, me encontré con un padre y una hija, la niña queria ir con su madre y su padre le decia que no podia ser, que esperase a que llegara. Entonces una amarga sensación inundó mi mente, y se me hizo un nudo en la garganta, así decidí comenzar a pintar. Caminé hasta una plaza cercana a la calle de la tienda de manualidades y me senté en uno de los bancos qe había repartidos por el lugar. Saqé el block y mi vieja caja de lápices, siempre la llevaba encima, y comencé a dibujar. Creé una curvatura con el lápiz, en donde punté un pequeña naricilla y una boqita que mas quede un adulto, aprecian de un niño. Seguí con un parde ojos, aunque no tenía colores, los imaginé azules, al rededor de la curvatura hice unos tirabuzones, estos los imaginé dorados, no eran ni mui largos ni mui cortos, era lo justo como para que quedaran justo como eran. Cuando acabéme encontré con una cara angelical, pero que no expresaba mas que tristeza mezclada con añoranza y un toque de dolor. Lo miré durante un rato y me dije "No llores, pequeña, no estás sola."

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